Una única función cantaba Javier Camarena y sí, lo ha vuelto a hacer. Ha bisado en el Teatro Real, gracias a todo esto que comento; pero en esta ocasión con una diferencia importante: es la primera vez en la que no intervienen unos malditos panfletos repartidos entre las butacas que, en anteriores ocasiones, sin poner en duda la valía de él mismo y otros cantantes, ensombrecieron la validez de los bises, con la connivencia del propio Teatro Real. El primer bis real del Real. Y es que Javier Camarena es la ópera, y lo es también más allá de su voz. Una voz luminosa, mórbida, que se hace única en el planteamiento, en las resoluciones técnicas que emplea, en los juegos de dinámicas, de messa di voce, en su proverbial fraseo. Su “Una furtiva lagrima” es una de las cosas más bellas (e inteligentes) que he escuchado en un teatro de ópera. Los silencios entre sus frases son de los más electrizantes que he sentido en el coliseo madrileño. A su instrumento privilegiado – tan privilegiado como la inteligencia y la sensibilidad de saber utilizarlo así – se une una comicidad maravillosa, en un Nemorino fresco, bonachón, cándido y divertido que levanta sonrisas y carcajadas, recuperando ese aire naive que Michieletto roba a la escena, pero que es puro Donizetti.
Medio: Platea Magazine
Autor: Gonzalo Lahoz
Crédito de foto: Javier del Real